La necesidad de la diferencia
No es lo mismo lo que espera un cliente cuando entra en un supermercado de autoconsumo, que una tienda de moda, que un punto de atención o venta premium.
En este tipo de establecimientos de mayor valor añadido en el punto de venta, toda la cadena de valor, incluidos los proveedores (de servicios auxiliares y atención al visitante, de limpieza o de higiene), tenemos que estar formados y comportarnos en consonancia con la singularidad propia.
Máxime cuando se aúnan en estos espacios proyectos exclusivos, artesanales, de experiencias y/o altamente personalizados.
La singularidad es objetiva
Los uniformes, los utensilios y las técnicas tienen que ser revisadas de acuerdo con los materiales, la imagen y el público, que pueden ser distintos, o sencillamente tener expectativas distintas a lo que esperan en otros espacios.
Adicionalmente, y con mayor dificultad que los aspectos técnicos materiales debemos considerar las habilidades y competencias personales, así como en el tipo de actitud y competencias sociales de todas las personas involucradas.
Por ello los proveedores de los distintos servicios debemos conocer y dominar tanto las instalaciones y los materiales, como los estándares y los objetivos que se deseen plantear por parte la propiedad.
Con la mayor anticipación y detalle posible respecto a los cambios, podremos aportar tanto nuestra experiencia como las distintas alternativas profesionales teniendo en cuenta no solo la estética o la funcionalidad individual sino el impacto a largo plazo y también los efectos colaterales y condicionantes a largo plazo.
Y en la dimensión humana, de manera igualmente crítica, la máxima anticipación y explicitación en el diálogo nos permitirá dar respuesta a los retos de mejora. Objetivando y planificando todo lo necesario a corto plazo y también a largo plazo.
La auténtica singularidad está basada en la experiencia
Nuestra experiencia nos corrobora continuamente que la actitud, la formación y las competencias de las personas tienen que ser capaces de aportar matices críticos de valor añadido a cada proyecto.
Estos matices tienen que ser entendidos, y para ello conocidos y necesariamente planificados. Son la clave. Los matices pueden parecer para el que no los vive como pequeños, y sin embargo son numerosos y determinantes en marcar la diferencia. Algunos de ellos los podemos dar por descontado, otros es muy oportuno hablarlos en todo detalle.
La experiencia se aprende y se forma
Todas estas circunstancias críticas tienen que ser parte vital de por todo el personal operativo y de gestión propio. Y como parte de la cadena de valor, tienen que ser también entendidos por parte de todos los proveedores.
Y en realidad tienen que ser no solo entendidos sino imbuidos como propios.
Para ello como proveedor los debemos tener en cuenta formalmente a distintos niveles. Para integrarlos en nuestros propios planes de formación y especialización.
La cadena de mayor valor es la que en todos los eslabones tienen la misma solidez
El tiempo nos demuestra que el éxito sostenido en conseguir la mejor experiencia de un cliente se basa en la unión del producto y del servicio. Que el producto singular vaya acompañado del mejor servicio. Mejor y personalizado.
Como punto de partida, tiene que estar el trabajo anticipado por parte del proveedor para estar en condiciones de aportar la experiencia y el nivel de respuesta adecuado a la singularidad.
Y sobre ello, se requiere del esfuerzo del día a día, el espíritu crítico y constructivo basado en la confianza entre todos los interlocutores individuales involucrados para trabajar por un resultado cualitativo tangible.